Concentración (dharana) es la única de las tres últimas etapas
del Raja Yoga de Patanjali que queda en cierto modo bajo control consciente y para la que solo es
necesario continuar el impulso inicial de enfoque de la atención en el punto
elegido. Podemos compararla con el impulso con que un buen cantante arranca una
nota, que luego aguanta y sostiene gracias a la corriente de la
respiración, al diafragma y otros músculos. Por poner otros ejemplos,
imaginemos el salto a una piscina desde el trampolín o el
salto del patinaje sobre hielo. Las etapas más profundas de la Contemplación y la Autorrealización no son algo que se pueda
ejercer a voluntad, sino que descienden hacia nosotros por una especie
de Gracia, después de haber puesto en marcha una buena y profunda
capacidad de atención. Si comienzas pensando «Voy a hacer esto» o «Voy a hacer lo otro», regresarás al punto de
partida, es decir, al torbellino mental de tus pensamientos.
El control de los sentidos (pratyahara)
precede a la concentración. De igual forma que una tortuga retrae la cabeza bajo su caparazón, así también retiras tú la
atención de los objetos sensorios externos. Los sonidos y sensaciones internes
ocupan entonces el lugar de los estímulos externos —estímulos tan poco familiares como picores,
hormigueos, gorgoteos del estomago, los latido; del corazón, el roce del aire por las fosas nasales
y la tráquea, de todo lo cual hay que abstraerse también.
La técnica del pratyahara es tan conocida para el místico
cristiano como para el yogui hindú. Así lo expresa el Maestro Eckhart:
El mejor y mayor
logro de esta vida es permanecer tranquilo y dejar a Dios que actúe y hable en ti.
Cuando se han retirado todas las fuerzas de sus funciones y formas corporales, es cuando se
pronuncia esta palabra. Y dice así: «En
medio del silencio se me dijo la palabra
secreta». Cuando seas capaz de retraer tus facultades y olvidar cosas e
imágenes, cuanto más te olvides, por así
decirlo, de la criatura, tanto más te acercaras y te sensibilizaras con todo
esto.
Aquí, el alma
se dispersa en sus poderes y se disipa en la actividad de cada uno de ellos: el
poder de ver esta en el ojo, el poder de oír está en el oído, el poder de
gustar en la lengua, con lo que
sus poderes para el trabajo interior se van debilitando proporcionalmente, pues
las fuerzas divididas son imperfectas. Por
tanto, para que su trabajo interior sea efectivo, ha de recurrir a todos sus poderes, reuniéndolos desde la
dispersión de las cosas externas hacia una acción interior única.
Para llevar a
cabo esta acción interior, han de acumularse todos los poderes propios, por así
decirlo,
en un rincón del alma, donde, al margen de las imágenes y de las formas, se
pueda trabajar y es en este silencio, en esta quietud, donde se oye la Palabra.
En la meditación
concentrativa, la atención se fija en una sola cosa. Si el rayo (mental) se va tras un sonido o una
idea, haz que vuelva y repose
en el objeto de meditación. Cuando aparezcan pensamientos sin ilación, observa la especie de reacción en cadena que
mediante una asociación de ideas,
puede conducirnos a varios minutos de ensueño involuntario. Se deduce que la
meditación concentrativa es un entrenamiento valioso a nivel práctico, al poner
en marcha un río de atención utilizable después en el trabajo y en las
actividades de la vida en general. La facultad mental de concentración se
fortalece con la práctica. «E1
genio es la concentración», dijo Schiller.
Dharana es limitar la
atención a un punto. Es concentración sin tensión. Nada de cerrar los puños, ni
apretar los dientes, ni fruncir el entrecejo. El yogui, cuando hace meditación,
debe dar una imagen de relajada serenidad, aunque este dándose por entero a la
meditación concentrativa (la totalidad del individuo con plena atención). No
hay que pensar en los resultados, ya hemos visto en el capitulo anterior cual
debe ser la actitud correcta para la meditación.
En la costumbre popular, concentrarse significa aplicar razonamiento
discursivo a un tema elegido, excluyendo todos los pensamientos
irrelevantes y trabajando concienzudamente en los importantes.
El campo de atención se convierte en un círculo pequeño; pero, dentro de ese
círculo, el pensamiento está trabajando intensamente. La concentración yóguica (Dharana)
es un asunto muy distinto, pues reduce el torrente de
pensamientos a uno solo, al objeto de la atención, para mantenerlo allí
imperturbablemente. El objeto de la atención carece de importancia, pudiendo ser algo de lo más trivial.
No es que sea el hecho de tener un solo pensamiento en el contenido mental (citta)
tan importante como para tener que dejar al resto de los pen-samientos, sino que el método de preservar
una percepción única en la mente se utiliza para acallar
completamente los pensamientos. Cuando se sostiene sin esfuerzo, como flota en
el aire la suave nota de un buen cantante, ese surco único
que atraviesa la calma mental se desvanece
gradualmente como la mueca de la cara de Cheshire, el gato de Alicia en el
país de las maravillas. En una conferencia de prensa que dio en
Londres el Maharisni Manesh Yogui describió esta técnica
como «sacarse una espina con
otra espina».
Algunos escritores del tema del Yoga explican ejercicios preliminares
que consisten en que el meditador piensa
en todos los aspectos distintos del objeto de meditación hasta que se hayan agotado todas las líneas de pensamiento relacionadas con él. Después mantiene la mente fija. En Occidente se cree que la concentración consiste en pensar fijamente en un
objeto y lo relacionado con él y solemos practicarla
bastante; pero hasta el principiante
debería abordar directamente la dharana propiamente dicha, que consiste
en mantener fija la atención.
El Dr. Kovoor T. Benahan, que emprendió la práctica del Yoga en la India
con un famoso maestro a fin de evaluarlo científicamente, afirma:
Otro camino
abierto al yogui para alcanzar su extraordinaria meta es el de la
concentración, en el que la atención se fija en un punto. Si se escoge una
flor como objeto de concentración, no se considera su tamaño, su peso ni cualquier otra
cualidad, sino que se reduce mentalmente a un punto y se guarda en la
mente como una mera idea. Cualquier pensamiento acerca de las cualidades o las relaciones de
los objetos solo conduce a una concatenación interminable de ideas, que es
precisamente
lo que el yogui quiere evitar. Los yoguis afirman que la concentración en un
punto, aunque pueda parecer árida, es lo
suficientemente dinámica como para alcanzar niveles de consciencia profunda.
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