12 mayo 2013

ENTREVISTA A JOSÉ CARBALLAL. PROFESOR DE ASHTANGA YOGA


Entrevista José Carballal: “El problema del Ashtanga es que se enseña muy mal”
Lo dice este discípulo del nieto de Pattabhi Jois, profesor autorizado por la escuela de Mysore  para enseñar las series primera y segunda. Los principiantes llegan a la escuela de José soñando con tener el cuerpo de Madonna y acaban descubriéndose a sí mismos.
Actor de profesión, en la escuela de interpretación a la que asistía José le recomendaron hacer Yoga para mejorar la expresividad de su cuerpo, que acumulaba mucha tensión, y para recuperarse de una pericarditis (inflamación membrana del corazón). Necesitaba relajarse y abrirse. Empezó en la escuela Sivananda, en donde estuvo haciendo Karma Yoga, limpiando y ayudando a cambio de ir a clase.
“El Yoga me enganchó muy rápido, me dije: esto es. Luego estuve probando diversos estilos y cuando me encontré con el Ashtanga,volví a pensar: esto es lo mío. A los pocos meses, fui a Mysore (India) por primera vez”. Corría el año 2002. Allí estudió con Sharaht, gurú actual y nieto de Pattabhi Jois. El azar quiso que la profesora de Ashtanga con la que José estudiaba en Madrid se fuera a Estados Unidos, y los propios compañeros de José le pidieron que tomara la responsabilidad de las clases. “Ahora lo pienso y me parece una irresponsabilidad total; era prontísimo para empezar a enseñar”. De vuelta de Mysore decide empezar a enseñar en el salón de su casa de Malasaña. Años más tarde abriría Mysore House Ashtanga Yoga, su actual centro de Madrid, junto con su socio Rafael Martínez.
¿Qué es para ti un gurú?
Alguien que no lo hace por ti, sino que te acompaña en el camino; es fundamental que sea alguien que te inspire, tienes que ver el ejemplo en él. Es lo que me pasa con Sharath: es alguien que camina el camino; no te lo dice sino que lo vive. Soy afortunado porque tengo un gurú y un maestro: Sarath es el gurú y Peter Sanson el maestro, uno de los primeros alumnos occidentales de Pattabhi Jois. Yo veo el Yoga en ellos, viven el Yoga las 24 horas.

¿No formas profesores en tu centro?
No, ni formamos ni formaremos, al menos tipo
 teacher tranning. No creo en eso de que alguien pague no sé cuánto dinero, esté unos fines de semana y le den un papel diciendo: “Ya eres profesor, ya puedes enseñar”. No me parece real. Yo creo mucho en el método tradicional. El Ashtanga -que me consta que en general no tiene muy buena fama en el mundo del Yoga porque se conoce muy poco y porque se enseña muy mal- es un método muy tradicional. Siempre respeta el método de transmisión de maestro a maestro. Sí creo que se pueda formar a un profesor de manera individual y con muchísimo tiempo, pero me parece que el mayor profesor es la práctica… Todo esto del teacher training pone al Yoga en un lugar muy delicado, porque la integridad de la práctica está muy comprometida.

¿Puedes explicarlo algo más?
Me parece estupendo que haya cursos de formación de profesores y que eso tenga que ver con profundizar, comprender. Pero está ese concepto un poco engañoso de “si haces 200 horas, te doy este papel y ya eres profesor”, me parece peligroso.

Se entiende que es un mínimo, a partir del cual uno sigue profundizando…
Sí, lo que pasa es que enseñar Yoga tiene mucho que ver con poder transmitir, y eso creo que no te lo pueden enseñar en ningún sitio, por muchas horas que hagas o mucho que pagues. Lo que más te enseña es tener una práctica diaria comprometida; uno tiene que estar en contacto diario con eso que quiere transmitir. Mi maestro Peter Sanson dice: “Todo el mundo quiere enseñar pero nadie quiere practicar”. Hay mucha gente que enseña y practica dos, tres días a la semana, y ahí la integridad está muy comprometida.

¿Y cuál tu propuesta para quien quiera enseñar?
Para mí tiene más sentido invertir en tu práctica y buscar un maestro en quien confíes, que te inspire, que te ayude a profundizar.

¿Qué aporta Ashtanga que no aporte otro estilo de Yoga?
Creo que funciona para todo el que lo practique, pero no creo que sea para todo el mundo. Y no tiene nada que ver con que sea una práctica elitista ni para personas con equis condiciones, sino con el tipo de personalidad de cada uno. Todo el Yoga es Yoga, y son distintos caminos para llegar al mismo lugar. Pero no se puede decir que Ashtanga es mejor que Iyengar u otro estilo. Es mejor para mí; yo he probado todos y el que funciona para mí es este.


¿Cómo hay que ser para que te funcione Ashtanga?
La gente vaga no puede hacerlo, es imposible. Creo que esto se puede aplicar a casi todos los Yogas, pero Ashtanga es un tipo de Yoga que te da muchísimo pero te pide muchísimo también; es un Yoga radical en cierto sentido. Y es una práctica que, como todas las prácticas espirituales, es diaria.

Se tiene la idea de que Ashtanga requiere unas condiciones físicas especiales…
Sí, que es para atletas. Para mí el problema gravísimo del Ashtanga, que tiene mucho que ver con el boom de profesores de que hablaba antes, es que se enseña muy mal. Yo llevo diez años practicado y hace dos meses me decía: ah, va de esto; me estoy empezando a enterar ahora… No paras de aprender. Uno tiene que llevar muchos años practicando cada día para empezar a entender la profundidad y todo lo sutil que tiene la práctica. Y eso te lo da la experiencia de años, no el conocimiento superficial. Ese es el problema: hay muchos profesores que viven la práctica desde un Yoga físico y atlético, la presentan así y la enseñan así. Y esa idea equivocada se va ampliando…
A mí me han llegado a preguntar por teléfono: “Oye, ¿ese es el Yoga que hace Madonna? Es que quiero ese cuerpo…”. Yo no digo que no porque la mayoría de la gente empieza por ahí y luego comienza a ver lo demás. Cualquiera que vaya a Mysore o escuche a Sharath se da cuenta de que es algo absolutamente espiritual, pero como cualquier Yoga que está sostenido por los Yamas y Niyamas y trabajando asanas como una manera de ir a otro lugar…
Ashtanga es una herramienta. Usada de forma correcta es un sistema espiritual, holístico, que sana, calma la mente, ayuda a conectar… Usada de forma equivocada sirve para inflar el ego, para lesionarse, para ponerte por encima de los demás. Depende de cómo te lo enseñen y cómo lo uses.
¿Qué te ha descubierto tu práctica al cabo de diez años?
Esto de que sea la misma secuencia de asanas cada día (aunque cuando acabas la primera serie empiezas a trabajar la segunda, y vuelven nuevos retos para la mente y la respiración), yo lo vivo como si uno se mirara todos los días en el mismo espejo. Si quiero saber exactamente como soy y me miro cada día en un espejo diferente, me va a llevar mucho más tiempo poder verme. Pero verte todos los días en el mismo espejo para mí es la manera de llegar a conocerte en mucha profundidad: a qué te resistes, dónde está la rabia o la tristeza, qué me está diciendo esto de mí. La relación que uno tiene con la práctica te habla de cómo te relacionas con el mundo; la práctica es una metáfora de cómo estás tú en la vida. Siempre pienso que tengo un terapeuta gratis dos horas al día seis días a la semana.

A tu escuela van muchos actores, ¿qué suelen buscar?
En general, los actores son los alumnos que vienen más en una búsqueda espiritual que física. También por el tema de la concentración. Además creo que actuar y practicar Yoga tienen mucho en común, aunque aparentemente la atmósfera es muy opuesta; cuando uno actúa tiene que ser canal, dejar el ego y ponerse al servicio de algo más grande, que es el personaje. Los actores tienen, pues, más facilidad para dar ese salto de la interpretación a la práctica del Yoga.

¿Qué le dirías a un principiante que hay que poner sobre la esterilla de Yoga, además de duro trabajo?
También se tiene que ser inteligente para manejar la exigencia, porque trabajar con demasiada exigencia acaba haciendo que uno tire la toalla; ahí cada uno tiene que encontrar su manera. Después de diez años siento que este año me he casado con la práctica (he estado de amante con ella durante un montón de tiempo, porque hay poco gente con tanta resistencia al compromiso como yo), y lo he logrado comprometiéndome a la práctica diaria pero realmente haciendo lo que puedo cada día. Mi compromiso ha sido poner la esterilla cada día, y ahí, hacer lo que pueda. La falta de mayor exigencia me ha hecho querer más y más y vencer la resistencia.



                                                                     Texto extraído de la revista YogaenRed.com


01 mayo 2013

LA HISTORIA DE UN LINAJE YÓGUICO EN INDIA

La India es un lugar lleno de historias maravillosas y maestros de Yoga que han sido y hoy día son leyendas vivientes.




   El que más influencia tuvo en la actual práctica de Yoga en Occidente fue el legendario Tirumalai Krishnamacharya (1888-1989).
   De muy joven, Sri Krishnamacharya se sentía fuertemente atraído por el Yoga. Su familia era descendiente de una importante y larga línea de Yoguis. En sus primeros años, había tenido experiencias místicas que lo llevaron a estudiar y a buscar intensamente el significado de la vida en las enseñanzas del Yoga. Fue así como por unas recomendaciones que recibió oportunamente se trasladó a los Himalayas en busca de un Guru de gran renombre.


   Este maestro, Sri Ramamohan Brahmachari, que vivía en una cueva junto a un lago en el monte Kailash, con su familia, aceptó a Sri Krishnamacharya como discípulo. Durante varios años, Sri Krishnamacharya, que había estudiado medicina, astrología, retórica, leyes y teología, fue instruido en diversas artes y materias, así como en la práctica de asanas y vinyasa. En aquella época, y en algunos casos también hoy en día en la India, las clases de Yoga no se cobraban como se hace en la actualidad, sino que, al finalizar su aprendizaje, el discípulo debía "pagar" de alguna forma por lo que había recibido como enseñanza. Esto ocurrió al cabo de siete años de intenso aprendizaje.
   El pago no resultó lo que Sri Krishnamacharya tenía en mente o deseaba en ese momento. Contrariamente a sus deseos, su maestro le indicó descender de las montañas, olvidarse de una existencia de asceta o renunciante para llevar una vida familiar y expandir las enseñanzas del Yoga, que en India estaban algo olvidadas y fuera de moda en aquel momento.
   Sri Krishnamacharya entonces, muy a su pesar, hace lo que su maestro le solicita. Tras unos años se casa, tiene varios hijos y comienza a enseñar al público en general, asanas y vinyasa, respiración y otras técnicas del Yoga que había aprendido de su maestro rompiendo con la costumbre generalizada en aquella época de impartir enseñanza únicamente a monjes y renunciantes, costumbre que había alejado a la gente común de la práctica de Yoga, mientras tanto trabajaba en una plantación de café como obrero para mantener a su familia.
   De esta forma abre las enseñanzas del Yoga, y así practican los hombres de familia y también las mujeres que habían sido desplazadas durante los últimos años.
   Además, incluye a los niños y con el tiempo también hasta lo hacen algunos extranjeros, lo que era totalmente fuera de lo común. Algo definitivamente extraño fue cuando Sri Krishnamacharya acepta enseñar a Indra Devi, la primera mujer occidental yogui.


   Pero las cosas no eran muy fáciles para Sri Krishnamacharya en aquel momento. Debía alimentar a su familia, y los alumnos eran pocos (los discípulos huían de su carácter sumamente exigente). Fue así como, para expandir las enseñanzas, a modo casi circense, hacía demostraciones que a veces coronaba con la detención total de las pulsaciones cardíacas, acto que provocaba gran estupor en el público. De esta forma demostraba el extraordinario dominio que se puede adquirir del cuerpo y de la mente con una práctica verdadera y comprometida.
   En una de aquellas demostraciones en Mysore, el Marajá, que era el rey de esa zona, se entera de su presencia y por las graves dolencias físicas y respiratorias que sufría le solicita sus servicios. Al conocerlo y darse cuenta del enorme conocimiento de Sri Krishnamacharya, lo invita a quedarse en Mysore y le ofrece un gran gimnasio que había en el palacio para enseñar a la gente del lugar.
   Sri Krishnamacharya era un formidable maestro, muy querido, aunque también bastante severo. Algunos de sus discípulos fueron más tarde maestros famosos como Sri Pattabhi Jois, el heredero del Ashtanga Vinyasa, B.K.S. Iyengar (sobrino de Krishnamacharya) o Desikachar (su hijo), quienes fueron quizá los maestros que más influyeron en el Yoga en Occidente.
   Fue justamente el primero, Sri Pattabhi Jois, quien siendo muy jovencito, asiste a una de estas demostraciones y, maravillado con el Yoga, deja su hogar para seguir al maestro. Durante años practica con él y finalmente Sri Krishnamacharya lo instruye en un antiguo texto llamado Yoga Korunta, donde se explican detalladamente las series de posturas y respiración de lo que hoy es llamado el Ashtanga Vinyasa Yoga.


   Según se cuenta el texto lo encuentra Sri Krishnamacharya en una biblioteca de Calcuta. Había sido escrito por Vamana Rishi en hojas de palmera y por su antigüedad se encontraban en estado muy delicado. Sri Krishnamacharya lo recompone y ordena en cuatro series de posturas y vinyasas. Lamentablemente, el texto finalmente desapareció devorado por hormigas.
   El Yoga Korunta pone especial énfasis en practicar Vinyasas entre posturas indicando: "Oh Yogui, no practiques Asana sin Vinyasa".


PINDASANA. EL EMBRIÓN PLEGADO SOBRE SÍ MISMO

Pinda: Embrión
Asana: Postura


Desde la posición Padmasana (loto) en posición invertida Sarvangasana (vela) llevamos las piernas hacia la cabeza acercando las rodilla hacia el suelo. Abrazamos las piernas tomándose de las manos o de la muñeca, equilibrando el cuerpo sobre hombros y cuello.
Cuerpo relajado. La mirada hacia la punta de la nariz.

A nivel físico estira y relaja la espalda y los músculos del cuello. Estimula la glándula tiroides, los órganos del abdomen y los riñones. Regula la respiración.

A nivel energético estimula el chakra manipura (plexo solar).