El tiempo fluye, los días pasan, y cada segundo que vivimos es un momento que ya no volverá. La vida, nuestra vida, avanza implacable. Porque una cosa e estar vivos y otra, bien distinta, es vivir la vida. Una cosa es ser simples espectadores del tiempo y el espacio que nos acompañan y define el escenario en el que nos movemos, y otra muy diferente es intervenir en el guion, para modificar en la medida de nuestras capacidades y responsabilidades dicho escenario siendo capaces de construir una vida bella.
Tendemos a plantearnos las cuestiones esenciales de la vida cuando ésta nos enfrenta a una situación límite. Muchas veces la muerte de un ser amado puede provocarnos una reflexión profunda sobre el sentido de nuestra vida que antes no nos habíamos cuestionado simplemente porque pensar en ello es complejo, difícil y a veces incómodo. Quizás por ese motivo merece la pena pensar en nuestra propia vida, tomar conciencia de aquello que le da sentido, reflexionar sobre las cuestiones importantes y definir un propósito por el cual vale la pena vivirla. Porque podría ocurrir que cuando nos demos cuenta de la bellísima oportunidad de amar y crecer que supone la existencia, dispongamos de poco tiempo para aprovecharla.
Y es que el sentido de la vida no se adquiere por casualidad, sino por una reflexión sobre el mismo. Precisamente por ello debemos ser nosotros quienes, en un ejercicio de consciencia y de reflexión profunda, elaboremos ese sentido que queremos darle para poder seguir andando en su camino con esperanza, humildad, alegría, generosidad, vocación de servicio a los demás y buen humor para que, llegado el momento de nuestro último suspiro, podamos partir con una sonrisa en los labios y el alma empapada en gratitud por haber vivido una vida plena, bella y cargada de significado.
Quizás nos daremos cuenta también de que el porqué de nuestra vida dependerá finalmente de cómo actuemos en ella, de si seremos activos o pasivos, pre-activos o reactivos, positivos o negativos frente a lo que nos suceda y frente a los demás, en definitiva, el sentido que le demos a la vida tendrá mucho que ver con las actitudes que elijamos tener mientras vivamos.
Pero ¿Hemos sido educados para hacer de nuestra vida un objeto de pensamiento, de reflexión, de planificación, de cambio activo? ¿Hemos recibido las mínimas nociones necesarias para construir nuestra propia vida, para definir proyectos anhelados, talentos que queremos desarrollar, iniciativas que queremos consolidar, causas a las que queremos contribuir, experiencias que deseamos vivir, legados que queremos dejar?
Más bien diría que no. Es más, el hecho de plantearse tal ejercicio puede llevar a que más de uno levante la ceja, nos mire de reojo y nos pregunte con cinismo si tenemos algún desajuste hormonal, por lo menos. Porque lo habitual es tirar millas y dejar en manos de la inercia y la rutina el devenir. Desafortunadamente, en lugar de considerarse una reflexión necesaria y útil para dotar de dirección y sentido a nuestra vida, el hecho de plantearse construir una hoja de ruta personal parece, hoy por hoy, má bien un ejercicio de ingenuidad o el resultado de una crisis.
"Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestra verdadera meta si vivimos. Los días son frutos y nuestro papel es comerlos" JEAN GIONO
Ganarse el respeto de las personas inteligentes y el cariño de los niños. Apreciar la belleza de la naturaleza y de todo lo que nos rodea. Buscar y fomentar lo mejor de los demás. Dar el regalo de tí mismo a otros sin pedir nada a cambio, porque es dando como recibimos. Haber cumplido una tarea como salvar un alma perdida, curar a un niño enfermo, escribir un libro o arriesgar tu vida por un amigo. Haber celebrado y reído con gran entusiasmo y alegría, y cantado con exaltación. Tener esperanza incluso en tiempos de desesperación, porque mientras hay esperanza hay vida. Amar y ser amado. Ser entendido y entender. Saber que alguien ha sido un poco má feliz porque tú has vivido. Éste es el significado del éxito.
LA BUENA VIDA ÁLEX ROVIRA
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