01 abril 2012

RAMIRO CALLE: PUEDES HACER DE TU VIDA UN ESTERCOLERO, O PUEDES HACER DE ELLA UN JARDÍN


ENTREVISTA:
El introductor del yoga en España hace ya más de 40 años, y autor de más de 200 libros filosóficos en su mayoría, defiende que el bienestar personal depende de uno mismo.


Director del mayor centro de yoga de España, por el que han pasado en sus 40 años de historia más de 500.000 personas, y autor de centenares de libros de temática muy diversa, alguno de ellos auténticos bestsellers, Ramiro Calle (Madrid, 1943) se ha convertido en un guía espiritual de primer orden (debido, entre otras cosas, a su importante presencia en los medios). Admirador de Gandhi y un enamorado de la India, en la actualidad, a parte de impartir clases en su escuela, trabaja en dos nuevas obras que verán la luz próximamente. Una de ellas pretende explicar su autobiografía espiritual.



Intuyo que la crisis actual es un tema recurrente entre los alumnos de yoga que asisten a sus clases. ¿Qué nos ha llevado a ella? ¿La búsqueda insaciable por satisfacer nuestras necesidades materiales?


Nos ha llevado a ella, sobre todo, la codicia. Y la codicia bancaria en particular. Ellos son (los banqueros) los que han creado esta crisis, y encima se lo hacen pagar a la gente a la que se la han creado. Es de una inmoralidad y una injusticia… También ha habido tal voracidad, todo se ha desmesurado de tal manera, ha habido tales excesos en esta llamada sociedad del bienestar, que eso, al final, no se ha podido mantener.

En la satisfacción de dichas necesidades buscamos sentir algo parecido a la felicidad. ¿Qué entiende por felicidad?


Esta sociedad, no sólo hablo de Occidente, también de Oriente, ha entrado en lo que ya los indios llamaban el círculo vicioso del 99. Cuando tenemos de algo 99, queremos tener 100. Cuando tenemos de algo 199, queremos redondear a 200. Esto no tiene fin. Es una voracidad y una codicia sin límite que lleva todo a la putrescibilidad. Se está poniendo la felicidad, por una distorsión del enfoque, no en las cosas más hermosas de la vida, no en la amistad, no en el amor, no en el compañerismo, sino solamente en la distracción, en la diversión, en el entretenimiento. La persona cada día está más insatisfecha. La felicidad es un estado de conciencia. Como dijo Buda, "no hay otra dicha que la paz interior". Los sabios orientales de antaño decían que era lícito emplear parte de tu energía en mejorar tu calidad de vida externa. Pero recalcaban que hay que reservar también una parte para mejorar nuestra calidad de vida interna.

¿Sus alumnos acuden a sus clases en busca de la felicidad?


Todas las criaturas tenemos el impulso sagrado de sentirnos bien. Luego lo hacemos muy mal y nos sentimos peor. Por el centro de yoga han pasado 500.000 personas, de todas las edades, razas, condiciones, y todos con ese impulso de sentirse mejor. Si uno no cambia interiormente, no hay nada que hacer. Si el reformador no se reforma, si el revolucionario no revoluciona su mente, vaya suerte de reforma y revolución que va a salir de ellos.

Y para conseguirla, ¿debemos luchar contra nosotros mismos? Le he escuchado varias veces decir que la mente es perversa por naturaleza.


En la mente hay un lado muy neurótico y difícil, y un lado muy positivo. Lo que tenemos que hacer es reorganizar nuestra mente. Ir poco a poco debilitando las tendencias neuróticas y potenciando el lado más bello de la mente. Esto nos lo deberían enseñar de niños, pero como estamos en una sociedad en donde sólo se valora lo que es aparentemente productivo, pues nadie da valor a algo que es mucho más provechoso, que es nuestro propio bienestar interior y nuestra propia realización. Ya dijo Ramón y Cajal que cada uno de nosotros somos arquitectos de nuestro propio cerebro y mente.

Para sentirse bien, ¿hay que trabajárselo?


Así es. A lo largo de los años se viene practicando en Occidente la cultura del cuerpo, la gimnasia, el ejercicio físico… Pero aquí nadie se ha acordado del cultivo de la mente, de su desarrollo. El trabajo interior, sobre nosotros mismos, se debería incorporar a las escuelas.

No sé si la sociedad en la que vivimos es el mejor escenario para que uno se sienta bien… 


Esta sociedad constantemente crea lo que llamo triunfadores fracasados. Son aquellos que han conseguido todos los logros materiales, un buen estatus, bienes, riquezas… pero que, a la postre, se llevan mal con su pareja, con sus hijos, no tienen ni un solo amigo, no conocen lo que es la compasión… ¡vaya triunfador! Este perfil es lo que más prolifera en las sociedades modernas. Los principales abanderados, los americanos. 

¿Obama tiene la culpa?


Cuando un niño nace en Norteamérica se le dice: "Tú puedes llegar a ser presidente de los Estados Unidos". Pero lo que nadie le dice, y está estudiado, es que tiene 16.000 veces más de posibilidades de acabar en un hospital psiquiátrico como esquizofrénico. La gente ciega, en lugar de vivir sus propios sueños, en lugar de vivir sus propios deseos y motivaciones, vive los sueños, los deseos y las motivaciones de los demás. Y éstos últimos son los que, ladinamente, les manipulan. 

¿Y cuál es la fórmula para dejar de sufrir?


Cambiar actitudes. Cuando uno, de repente, se da cuenta de que sufre y toma un poco de consciencia de ello, es cuando acude, por ejemplo, al yoga, a la meditación. Disciplinas que le pueden ayudar. 

Siempre nos quedarán los libros de autoayuda… ¿Son una vía, o sólo un negocio?


Yo siempre diferencio entre el libro de superación personal y el libro de autoayuda. Un tanto por ciento elevadísimo de libros de autoayuda no sirven para nada. No te dan métodos que te ayuden a cambiar. Te dan afirmaciones que no dejan de ser tonterías. Los libros de auto desarrollo son otra cosa, te ayudan a aplicar claves para tu transformación interior. Todos los grandes pensadores, tanto filósofos como psicoterapeutas, han dicho que el ser humano puede mejorar, puede cambiar. ¡Y hay libros muy serios!, lo que pasa es que ahora, al haber una demanda creciente, surgen obras que son dañinas y directamente basura. Un insulto a la inteligencia. Les dicen a la gente: "Pide al universo y el universo te lo da". Y eso no funciona así. Pídete a ti mismo, exígete a ti mismo, trabaja sobre ti mismo, digo yo. 

A lo que la gente responde… 

 La humanidad está en una minoría de edad mental, emocional y espiritual. Y por ello solo se sigue a los líderes y a los ídolos. Cuando el ser humano madure, si alguna vez lo hace, ya no habrá ni líderes ni ídolos. Cada uno será su propio líder. El ser humano de hoy necesita gurús, por eso hay tantos falsos gurús que son una vergüenza. Todo menos estar con uno mismo y confiar en uno mismo. 

Buscamos ser felices, buscamos un sentido por el que vivir… ¿existe uno universal?


Cada uno tiene que buscar el suyo. El sentido es el que tú le quieras dar a cada momento. El sentido está aquí y el sentido está ahora. No está en si habrá otra vida, en si no la habrá. Tú puedes hacer de tu vida un estercolero, o puedes hacer de ella un jardín. Uno de los anacoretas que yo visito casi todos lo años en Benarés, que se llama Baba Sivananda, siempre dice: "El sentido de esta vida es cooperar con los demás. Qué lástima de vida tirada si no la utilizas para ayudar a los otros". 

Después de más de 100 viajes a la India, ¿ha encontrado usted el suyo?


Mi sentido es transmitir cada día a las otras personas las enseñanzas que yo he recibido de los que tanto me han ayudado. Cojo conocimientos, y los traslado a los demás. Alguna medicina que a mí me ha servido, trato de procurársela, nunca a través de la imposición ni de hacer proselitismo, a los otros. 

Hace un año, una bacteria contraída en Sri Lanka a punto estuvo de arrebatarle la vida. Supongo que una experiencia así deja huella.


Cuando salí de la enfermedad, después de estar muchos días en la UCI en los que nadie daba por mí un penique, estuve totalmente abarcado por dos sentimientos. Uno, la humildad. Te das cuenta de cuán frágiles somos. No hay lugar para la auto importancia. Y el segundo sentimiento era el amor. Lo único importante es el cariño de los seres humanos, el cariño a las criaturas, a los animales, a la Madre Tierra. Creo que si encontramos esta compasión y esa humildad viviremos constantemente en el sentido. 

Muchos ven en usted a alguien a quien seguir, a un gurú espiritual. ¡Qué presión!


Mucha. Por eso yo siempre digo que yo no soy un gurú en absoluto. Yo soy un aprendiz, y el deber de un aprendiz es seguir aprendiendo. Lo que pasa es que todos estamos interactuando. Tú me puedes enseñar mañana a jugar al ajedrez, y yo te puedo enseñar a respirar mejor. Es simplemente un servicio recíproco que todos nos hacemos cuando hay verdadero compañerismo y ganas de cooperar con los demás. Pero de gurú no tengo absolutamente nada. Prefiero que me digan que soy un simple instructor de yoga que un gurú, porque no lo soy.

                                                                                                 Entrevista realizada en Octubre de 2011


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