Se ha calculado que, durante el transcurso de una vida, al menos uno de cada
cuatro estadounidenses padecerán un grado de ansiedad o preocupación lo
bastante grave como para confirmar los diagnósticos sobre trastornos de este
tipo. Pero incluso aquellos que no sufran nunca un estado patológico o
incapacitador de ansiedad, experimentarán en uno u otro momento niveles
excesivos de preocupación que no sirven a ningún propósito útil y que no hacen
sino resquebrajar su felicidad e interferir en su capacidad para alcanzar
objetivos.
Al
analizar los antídotos contra la ansiedad, el Dalai Lama ofrece dos remedios,
cada uno de los cuales funciona en un plano diferente. El primero implica
combatir activamente la preocupación y dar sistemáticamente la vuelta a las
cosas mediante la aplicación de un pensamiento dicotómico: recordar que si el
problema tiene una solución no hay necesidad de preocuparse y si no la tiene,
tampoco.
El
segundo antídoto es un remedio de más amplio espectro. Supone la
transformación de la propia motivación fundamental. Existe un contraste
interesante entre el enfoque del Dalai Lama sobre la motivación humana y el de
la ciencia y la psicología occidentales. Según hemos visto previamente, los
estudiosos de la motivación han investigado los motivos normales, examinando
las necesidades e impulsos, tanto instintivos como aprendidos. En este nivel,
sin embargo, el Dalai Lama ha centrado su atención en desarrollar y utilizar
los impulsos aprendidos para intensificar el propio «entusiasmo y
determinación». En algunos aspectos, esto es similar al punto de vista de
muchos expertos occidentales; la diferencia estriba en que el Dalai Lama trata
de crear determinación y entusiasmo para que la persona adopte comportamientos
sanos y elimine los rasgos negativos, en lugar de resaltar el éxito mundano,
lograr dinero o poder. Pero quizá la diferencia más notable sea que mientras
que los «especialistas en motivación» se ocupan de promover las motivaciones ya
existentes para alcanzar el éxito mundano, el principal interés del Dalai Lama
por la motivación humana radica en reconfigurarla y cambiarla, de modo que se
base en la compasión y la amabilidad.
En
el sistema del Dalai Lama para entrenar la mente y alcanzar la felicidad,
cuanto más cerca esté uno de sentirse motivado por el altruismo, tanto menor
será el temor que experimentará ante circunstancias que provoquen incluso una
ansiedad extrema. Pero ese mismo principio puede aplicarse también a cosas más
pequeñas, incluso cuando la propia motivación no es del todo altruista.
Retroceder un paso para asegurarse de que uno no tiene intención de causar daño
y de que la propia motivación es sincera, contribuye a reducir la ansiedad en
situaciones corrientes.
No
mucho después de la conversación anterior con el Dalai Lama, almorcé con un
grupo de personas entre las que había un joven a quien no conocía, estudiante
de una universidad local. Durante el almuerzo, alguien preguntó cómo iba mi
serie de entrevistas con el Dalai Lama. Después de escuchar con atención mi
descripción de la idea de la «motivación sincera como antídoto frente a la
ansiedad», el estudiante declaró que siempre se había sentido tímido y muy
nervioso en las relaciones sociales. Al pensar en cómo podía aplicar esta
técnica para superar su ansiedad, el estudiante murmuró:
-Bueno,
todo eso es muy interesante, pero me imagino que la parte difícil es la de
tener esa elevada motivación de compasión y amabilidad.
-Supongo
que eso es cierto -tuve que admitir.
La
conversación se desvió hacia otros temas y terminamos de almorzar. A la semana
siguiente me encontré por casualidad con el mismo estudiante universitario, en
el mismo restaurante. Se me acercó alegremente y me dijo:
-¿Recuerda
que el otro día hablamos sobre motivación y ansiedad? Pues bien, lo probé y
realmente funciona. Conozco a una joven que trabaja en unos grandes almacenes,
a la que he visto muchas veces. Siempre he querido invitarla a salir, pero la
chica agravaba mi timidez, así que no me atrevía a hablar con ella. El otro
día fui a los grandes almacenes, pero esta vez empecé a pensar en mi
motivación para pedirle que saliera conmigo. El motivo, claro está, era que
quería salir con ella. Pero detrás estaba el deseo de encontrar a alguien a
quien amar y que me amara. Al pensar en ello, me di cuenta de que no había
nada de malo en ello, de que mi motivación era sincera; no deseaba causarle
ningún daño, ni a ella ni a mí mismo, sino sólo que nos sucedieran cosas
buenas. El simple hecho de tener eso en cuenta y de recordármelo unas cuantas
veces pareció ayudarme; me proporcionó el valor para entablar una conversación
con ella. El corazón me latía con fuerza, pero yo me sentía estupendamente al ver
que por fin había encontrado valor para hablar con ella.
-Me
alegro mucho de saberlo -le dije-. ¿Y qué ocurrió? -Bueno, resulta que ya tiene
novio formal. Me sentí un tanto desilusionado, pero está bien. Me sentí
estupendamente por el simple hecho de haber podido superar mi timidez. Eso me
permitió comprender que si me aseguro de que no hay nada malo en mi motivación
y lo recuerdo, eso me puede ayudar la próxima vez que me encuentre en la misma
situación.
DALAI LAMA El arte de la felicidad
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